Los pabellones argentinos en exposiciones mundiales
Habiendo encarado este trabajo sobre la creación de los parques publicos como reflejo de la ideología de la oligarquia
dominante a fine s del siglo XIX en la Argentina me veo en la obligación de
incluir en el una de las joyas de esta generación ,que fue el pabellón
presentado en la exposición de Paris de 1889.
La Exposición Universal de París de 1889 resulta de particular interés dado
que marca, junto a la exposición de Chicago de 1893 y la de París de 1900, un punto culminante en la
trayectoria de las ferias mundiales desde su comienzo en Londres en 1851 hasta la Primera Guerra Mundial,
tanto por el número de expositores como por la cantidad de público que las
visitó. Esta exposición también es única debido a la fuerte inversión realizada
por los estados latinoamericanos en sus pabellones. Mauricio Tenorio Trillo
(1996) observa que, en los casos de México y Argentina, el monto invertido en cada una de las
delegaciones superó el gasto de los Estados Unidos en la suya.
La Exposición
Universal de 1889 fue concebida como una conmemoración del centenario de la
Revolución Francesa y un homenaje a los valores republicanos sostenidos por la
Tercera República. En un gesto que acompaña la agudización de las pasiones
nacionalistas experimentada durante el período, las exposiciones -imaginadas
inicialmente como una celebración de valores universales tales como el libre
comercio y la innovación industrial- fueron incorporando rasgos donde pueden
leerse las rivalidades imperiales que desembocarían en la Primera Guerra
Mundial. Las pruebas del progreso histórico que las exposiciones pretendían
exhibir se desplazaron de principios económicos como el laissez faire a
imágenes que exaltaban la grandeza nacional. Hacia 1900 los gobiernos se
hallaban tan involucrados que eran apenas distinguibles de los empresarios que
habían dominado el escenario de las primeras exposiciones. Los gobiernos
competían entre sí desde sus pabellones nacionales formulando estrategias de
propaganda patriótica. El republicanismo francés es un buen ejemplo de esta
transición ideológica, ya que se refiere tanto a valores
"universales" coherentes con el espíritu histórico de las
exposiciones -libertad, justicia, derechos civiles- como a reivindicaciones
nacionalistas -la identificación de la república con Francia. La evocación de la
Revolución de 1789, aunque se trató de un homenaje muy moderado que excluyó
deliberadamente recordar sus aspectos más revulsivos, sin duda contribuyó al
débil entusiasmo que la feria despertó entre las casas reales todavía
gobernantes en buena parte de Europa.. Como resultado de esta situación, la
mayoría de las cortes europeas resolvió boicotear una conmemoración sobre la
que no tenían nada que festejar, no enviando delegaciones oficiales de sus
países.
Por otra parte, en ese momento el ideal republicano gozaba
de un alto prestigio en Hispanoamérica, impulsado por la derrota de las
tropas francesas en México y el colapso del Segundo Imperio. En Chile, voces como las de José Victorino Lastarria y Francisco Bilbao asociaban república con
americanismo y ampliación de los derechos políticos. En otros casos como los de
México y Argentina, la república implicaba una fuerte
concentración del poder en las ciudades capitales en detrimento de las
provincias, donde a menudo los focos rebeldes fueron aplastados con violencia.
Se trataba de un modelo republicano autoritario, que propiciaba una división
entre los derechos civiles consagrados a amplios sectores de la población y los
derechos políticos, firmemente controlados por una minoría. La república de
habitantes y no de ciudadanos sobre la que se lamentó Sarmiento antes de
morir. La consolidación del poder en
manos de la élite liberal favoreció la adopción de un modelo republicano
centralista y los principios republicanos celebrados en la Exposición de 1889,
a diferencia de la nobleza europea, fueron recibidos con entusiasmo por las
clases dirigentes de Hispanoamérica.
La exposición por lo demás, no significaba exclusivamente
un homenaje a la República Francesa, sino también a las ideas de progreso,
comercio y conocimiento tradicionalmente celebradas en las ferias.
La generación del ‘80
El proyecto de la
generación del ochenta, es quizás el más completo intento de reordenar y
modificar desde sus bases la sociedad argentina. La historia
no volverá a registrar otra coyuntura en la cual la élite dirigente tenga un
tan completo acuerdo sobre lo que deseaba hacer con este territorio. Una
generación de ideas liberales, europeístas, seudo-culta, ansiosa por dejar
atrás un pasado catalogado por algunos de sus ideólogos como "barbaro"
y que sin embargo no puede romper con el antiguo soporte de la economía,
que es la tierra. Era un conjunto de hombres que
devotamente creía en el progreso, puesto que se partía del supuesto de la evolución a partir del progreso.
El país formulado por la generación ochentista era el
legado transmitido por los hombres de 1810 y de 1853. Pero la prosperidad
material y espiritual no habría de detenerse, sino que se expandiría hasta bien
entrado el siglo XX. La identificación entre progreso y tecnificación fue el leit
motiv en la generación que nos atañe.
Algunas de las características de esta generación fueron:
levantar las voces contra la corrupción, la desmedida adquisición de bienes materiales, los vericuetos de una política
exterior que no parecía beneficiarnos. El surgimiento de esas protestas muestra con claridad que la sociedad ochentista estaba capacitada para hacer
frente a alguna situación que pudiere surgir por alguna circunstancia del
momento a nivel nacional o internacional.
Este tener que sustentar un proyecto de país, en una forma de producción primaria, sin que la acumulación
obtenida se reinvierta en el crecimiento y modificación de la estructura económica existente, o sea un proyecto de desarrollo capitalista autónomo, dará por
resultado que a corto plazo el proyecto entre en crisis. Al quedar tan estrechamente ligados los
intereses de la elite con los del país y confundirse unos con otros, las
conveniencias económicas del grupo se trasladaron a la nación.
Entonces, en que consistía este proyecto?: en lo económico , la inserción
de nuestro país en la división internacional del trabajo a partir de la producción de materias primas y alimentos y la importación de la mayor parte de
los productos elaborados que se consumían en el mercado interno; en lo social, el tratar
de cambiar usos y costumbres nativos a través de la inmigraciónde mano de obra europea; y en lo
político la conformación de un Estado moderno a partir de instituciones a imitación de la Europa de fin de siglo con el propósito de
ofrecer garantías a los capitales extranjeros que invertían en nuestro país.
Para suplir la falta de población nativa los hombres del ‘80 convocaron a
la inmigración extranjera, que serviría como mano de
obra para la producción cerealera. También para este entonces
se produce la inserción de Argentina en el mercado mundial como proveedora de materias
primas.
Por otra parte, Europa tiene necesidad de colocar un excedente de
producción y de población. Asimismo, necesita producir alimentos y materias primas.
Eduardo Wilde, uno de los hombres más representativos del
‘80 sostenía: "... Todo se renueva en el mundo, todo lo que vive y
hasta lo que no vive ... Los progresos de la humanidad forman una cadena cuyo
comienzo está en la creación y cuyo fin, si ha de tenerlo, permanece oculto en
el porvenir...". Los centros tradicionales del país experimentaban
idéntica prosperidad.
Para asegurar la ansiada meta del progreso, los distintos
sectores le atribuían a la educación una relevancia singular. El principal precursor de
la tarea educativa que buscaba alfabetizar al inmigrante fue Sarmiento, cuyo
principal objetivo de educar al individuo quedó plasmado en
la Ley Nº 1420 que proponía una educación laica, gratuita y obligatoria.
También era necesaria la educación de la elite dirigente, que debía pasar por la universidad si quería acceder a alguna posición
destacada dentro de la carrera por alcanzar el poder.
La esencia principal de esta generación fue su insistencia
en la metodología científica, su confianza en la educación básica y en el mejoramiento histórico, la
reivindicación de la técnica y la industria y su aproximación a la libertad jurídica.
Bajo esta síntesis de lineamientos se puede enunciar el
famoso proyecto del ‘80. Podemos afirmar que el proyecto desarrollado a partir del ‘80 trajo
aparejados enormes cambios en la vida social. Estos cambios no solamente
tuvieron que ver con la expansión económica del país, sino que fueron también
el resultado de la incorporación de nuevos elementos a la vida productiva y
social.
La elite del ‘80 buscó en sus distintas manifestaciones
(ocio, vivienda, vestimenta y actividades deportivas) diferenciarse como una
clase con " conciencia de sí" en tanto detentadora del podereconómico y político. Fue una clase que tuvo
el manejo político y gozó del bienestar económico de modo exclusivo y
excluyente. En este sentido pudo disfrutar de una buena posición económica por
su enriquecimiento como clase latifundista poseedora de la propiedad de la tierra. Asimismo, ejerció el poder político en tanto y en cuanto no permitía la
participación política del resto de la sociedad, situación que
se prolonga hasta la sanción de la Ley Saenz Peña (1912).
También tuvo el monopolio cultural y hasta social que conservó
avalada por un modelo económico que miraba hacia Europa y que la respaldaba.
El pabellón argentino en Paris 1889
. La delegación argentina, según señala Olga Vitali,
resistió cuanto pudo la voluntad oficial de los organizadores por ubicar su
delegación en un pabellón colectivo junto a las restantes representaciones
latinoamericanas, ubicadas a su vez en un sitio próximo al de las colonias.
Estas se encontraban agrupadas en una "ciudad colonial", dividida en
cuatro distritos "étnicos": árabe, oceánico, africano y asiático,
poblados de coloridas estructuras exóticas como pagodas, mesquitas y minaretes.
Evidentemente, quienes diseñaron la Exposición tenían en mente un distrito
latinoamericano que duplicara la "ciudad colonial" donde se
encontraban los pabellones de las colonias europeas. ¿Qué significaba esta
localización en el marco de la enorme clasificación internacional establecida
en la exposición? Nada menos que poner en duda el mismo status nacional de los
países de América Latina, invitados a participar como
naciones independientes, pero clasificados en un orden ambiguo que les negaba
soberanía individual y los agrupaba bajo la confusa categoría de
"región".
Sin duda otras consideraciones como la
peculiar imagen europea que la Argentina forjó de sí misma influyeron en esta
posición, y de hecho el pabellón argentino resultaba, en comparación con el
mexicano y el brasilero, aquél que poseía rasgos menos evidentes de su origen
latinoamericano. Pero más allá de la renuencia a ser identificada con América Latina puede leerse en esta política el
anhelo de ser considerada una nación soberana e independiente y no como una
colonia. Una actitud semejante fue adoptada por otras delegaciones
latinoamericanas, como la protesta por ser confundidos con las colonias
Los pabellones latinoamericanos fueron
agrupados junto a un edificio de la administración colonial europea, la
compañía de Suez. Esto significa una colocación marginal no sólo en la guía,
sino también en la distribución espacial de las delegaciones nacionales, donde
las ubicaciones más vistosas y centrales fueron cedidas a las naciones
europeas, por su importancia política y económica, o incluso a sus colonias,
dada la curiosidad etnográfica que podían despertar en el público, según lo ha
estudiado Timothy Mitchell. Su localización física en el Campo de Marte, junto a la Torre Eiffel, empequeñecía los edificios, según
se lamentaba el vizconde de Cavalcanti acerca del pabellón
brasilero. Las metrópolis coloniales competían entre sí incluso a través de los
pabellones coloniales, en los que exhibían retratos del "atraso" -la
aldea africana- o evidencias de su misión civilizadora sobre las sociedades
coloniales -el pueblo argelino, en el que convivían signos de la cultura árabe
con rastros de la arquitectura y cultura francesas. Naciones y colonias
funcionaban como los extremos del paradigma evolucionista y jerárquico en el
que América Latina no calzaba como una pieza exacta.
Los pabellones nacionales en las exposiciones universales fueron imaginados como museos efímeros donde se exhibían productos característicos de cada nación, y pueden ser leídos como instancias donde la imagen de la nación se materializa en mercancías. Pero las mercancías no funcionaban como objetos inocuos, sino que servían para expresar jerarquías entre las culturas y no sólo magnitudes de valor específico. Cada producto expuesto adquiría las propiedades intangibles que Marx definió como "el fetichismo de la mercancía". Al integrarse al escenario-mercado montado en la feria, nuevos atributos se adherían a los productos, que los convertían en objetos dotados de un valor ideológico establecido en relación con los principios dominantes en las exposiciones. Estos principios privilegiaban la tecnología y el desarrollo industrial como evidencia concreta del progreso histórico de la humanidad. Aquellos países más desarrollados mostraban sus manufacturas industriales e inventos, que resultaban asociados con una bandera y con una nación, como es el caso de los Estados Unidos. De este modo, el fonógrafo de Thomas Alva Edison despertó la admiración del público y un crítico francés definió a los norteamericanos como los enfants prodiges de la feria, por los adelantos técnicos que sus inventos demostraban. La misma Francia exhibía una prueba de su progreso material y tecnológico en la Torre Eiffel, el monumento más característico de la exposición. Otras naciones en cambio, exhibían productos de origen agrícola, como los que dominaron los pabellones de Argentina y Brasil. Carne y cereales en el primero, café y caucho en el segundo caso, se convirtieron en símbolos nacionales. Al quedar firmemente asociadas con ambos países, estas mercancías los definieron como exportadores de materias primas y marcan el ingreso de ambas naciones en el mercado mundial. La entrada de Brasil y Argentina en el circuito del comercio internacional indica el proceso de división universal del trabajo en el que aparecen confinados al rol de exportadoras de productos primarios. Cabe destacar que esa imagen es responsabilidad de las propias élites que eligieron esos productos para simbolizar sus culturas.
Pero lo que es más interesante, las mercancías funcionaron
como fetiches de Estado. De acuerdo con la misma lógica del fetichismo, donde
la parte reemplaza al todo, estos productos hegemonizaron la representación de
las naciones que los exhibían y se volvieron alegorías de sus culturas: la
carne argentina y el café brasilero como objetos recortados de sus contextos
específicos y como objetos que simbolizaban totalidades abstractas. Pero la
relación entre esas mercancías y las naciones que pretendían representar no era
transparente. Implicaba, por el contrario, el privilegio de ciertos sectores y
ciertas regiones -la oligarquía terrateniente de Buenos Aires, la burguesía agraria cafetalera
paulista- que ejercían la hegemonía de la representación nacional y regulaban
los dispositivos estatales capaces de producirla.
En el caso de la Argentina, a partir de la forzada pacificación y
del fortalecimiento de la república centralista con su polo en Buenos Aires, producidas durante la década de
1880, el Estado adquiere una participación activa en la construcción de fábulas
de identidad colectiva, de la cual el pabellón es una muestra. El establecimiento
de Buenos Aires como capital federal de la totalidad
de la nación permite el fin de las disputas entre el puerto y las provincias,
afianzando la centralización y la paz social. Pero también señala el fin del
sueño de la república clásica, virtuosa y descentralizada, en pos de un modelo
unipolar, que ejercerá la hegemonía de la representación, según podremos
comprobar de manera semejante en el pabellón argentino.
En ambos casos la imagen de la nación queda establecida a
través de resortes específicos del Estado: las comisiones y organismos formados
para diseñar y equipar los pabellones; los museos y reparticiones públicas que
colaboraron en la selección de los objetos exhibidos; los prominentes hombres
de Estado que intervinieron en la organización de los edificios y en la
escritura de las narraciones de la nación.
La organización del pabellón argentino dependía de la Oficina de Información y Propaganda del Ministerio de
Relaciones Exteriores, que le adjudicó un rol clave en la promoción
del país como destino para la inmigración europea. El pabellón fue inaugurado
por Carlos Pellegrini, entonces vicepresidente y
luego presidente de la Argentina y la comisión argentina estuvo
presidida por Antonio C. Cambaceres -hermano del escritor.
Estos datos nos dan una idea del valor que tenían las exposiciones para las
clases dirigentes latinoamericanas, que las veían como una ocasión para
corregir la imagen de atraso e inestabilidad crónica asociada con sus países.
Pero, ¿qué imagen presentar para reemplazar aquella que los perjudicaba? ¿Qué
retrato de la nación construir, capaz de atraer las inversiones e inmigrantes
-el capital y la fuerza de trabajo necesarios para modernizar sus naciones?
Esa imagen sería edificada casi desde cero por las élites
liberales. Precisamente el modelo de representación republicano centralista y
autoritario era coherente con el carácter espectacular y teatral de los pabellones.
Las exposiciones permiten acceder de este modo, a una visión congelada del
Estado, tal como se lo imaginó en América Latina durante las últimas décadas del
siglo XIX. A diferencia de la democracia rousseauniana -la república virtuosa
que sedujo a los patriotas hispanoamericanos de la Independencia- el modelo
republicano representativo ahora privilegiado suponía una distancia entre las
masas y el poder político. La mediación estaría a cargo de la élite liberal. Se
trataba de "la libertad de los modernos" definida por Benjamin Constant, que suponía, a diferencia de
la libertad clásica de las repúblicas antiguas, interponer la representación
como condición necesaria de la participación política. La representación
siempre implica distancia y la elección de un objeto; debe ser representación
"de algo", que en este caso será también una mercancía. Al tomar la
parte (el objeto, i.e. el café) por el todo (la nación, i.e. Brasil), quedan desplazadas las relaciones
humanas y en su lugar se produce una reificación: la parte usurpa el lugar de
la totalidad y es pasible de ser manipulada por quienes deciden (y se
benefician) con su control. Si retomamos la idea de la exposición como un
espectáculo, podremos comprobar que la representación supone una separación
entre un público inmovilizado -como en un teatro- observando los objetos que
simbolizan la nación.
La audiencia de las exposiciones estará formada no sólo por
el público europeo -la burguesía que asiste masivamente a las ferias- sino
también por un público latinoamericano, que a través de los periódicos y las
crónicas periodísticas, y de las exposiciones locales que precedieron y
alimentaron a las delegaciones para el escenario internacional, recibió las
imágenes proyectadas en los pabellones nacionales por los nuevos estados
latinoamericanos.
El Estado será entonces la herramienta para la construcción
de los imaginarios nacionales. En el Estado buscarán ser disueltos los
antagonismos que habían escindido a la nación: las guerras civiles y las
fragmentaciones que impedían la formación de un sujeto colectivo nacional. Pero
para alcanzar la reconciliación será preciso apelar a otros recursos más allá
de la violencia; la hegemonía estatal será construida a través de un programa
pedagógico integrado por imágenes, capaz de modelar el sujeto del Estado que la
república necesita para su funcionamiento: la ciudadanía. En las colecciones de
objetos exhibidos en los pabellones y en las representaciones por ellas
articuladas, veremos las fabulaciones de la identidad, las versiones del pasado
y la imagen del futuro nacional construidos por la retórica estatal bajo la
forma de un espectáculo.
El pabellón argentino fue diseñado como una estructura de
hierro desarmable, con el propósito de transportarlo una vez concluida la feria
a Buenos Aires, donde sería empleado como museo. En
efecto así ocurrió y el edificio se convirtió, una vez en la Argentina, en sede del Museo nacional de bellas artes entre los años
1910 y 1933
El diseño, obra del arquitecto francés Charles Ballu, poseía una extensión de 1600
metros cuadrados distribuidos en dos pisos. A diferencia de otros pabellones
latinoamericanos, el edificio carecía por completo de alusiones a la
arquitectura española colonial y tampoco había signos de las culturas
prehispánicas, como en el caso del pabellón mexicano, o a las culturas
aborígenes americanas.
La hegemonía de la carne y los cereales también hablaba de
quién había triunfado en la guerra civil entre la capital y el interior. Los
productos agropecuarios que definían la identidad nacional simbolizaban el
poder de las llanuras costeras y de las clases terratenientes, que habían
conseguido imponer su dominio sobre la administración del Estado.
La debilidad de los signos relativos a América Latina habla de la voluntad por
diferenciarse de la región y borrar todo elemento exótico que pudiera
desalentar a potenciales inmigrantes: ni los indígenas, ni la rudeza del
trabajo rural, ni tampoco los gauchos son materia de representación visual. Por
el contrario, predominan imágenes de una paz bucólica bastante diferente a la
que había prevalecido en las pampas durante el siglo XIX. Cabe destacar en este
sentido, que la delegación argentina se encontraba en una competencia explícita
con otros países, pero principalmente con Brasil, por cautivar el interés de la inmigración
europea.
El pabellón argentino estaba dominado por una iconografía
que contrasta con América Latina e incluso con la herencia cultural
hispánica visible en otros pabellones. Del mismo modo que la delegación oficial
rechazó ser incluida en un pabellón colectivo con las restantes naciones del
continente, el edificio y los objetos incluidos en él expresan la idea de la Argentina como un país europeo en América, desprovisto de marcas culturales locales
como referencias a indígenas, que podían desalentar la inmigración potencial.
Sin embargo, precisamente esa debilidad de signos
específicos tuvo el efecto de privar al país de señales que lo identificaran
claramente en el contexto de la feria. En este caso el dilema se planteaba
entre el exotismo o la anomia. Privilegiar una representación que resaltara
rasgos locales significaba quedar asociado con aquello que las élites querían
borrar de su imagen nacional: barbarie, salvajismo, peligro, inestabilidad. Ese
fue el camino elegido por México, al construir el Palacio Azteca que se
destacaba en la arquitectura de la feria.
Tanto en el pabellón brasilero como en el
argentino, las mercancías funcionaron como actores de un espectáculo en el que
se intentaron reflejar nuevas imágenes de la nación. En ninguno de los dos
casos estos retratos parecen haber sido exitosos frente a la percepción
europea, que siguió considerándolos países exóticos y todavía alejados de los
estándares del progreso universal. Sin embargo, en su imagen doméstica las
iconografías montadas en la Exposición Universal de 1889 parecen haber
construido representaciones perdurables en la memoria colectiva: las de países
ricos en materias primas y marcados por ellas, como una cifra de la naturaleza
americana nacionalizada, finalmente sometida por los dispositivos estatales que
la transformaron en objeto de consumo y también en un espectáculo. Un
espectáculo poblado de mercancías pero todavía vacío del sujeto colectivo que
los pabellones parecían querer imaginar: aquél que ayudaría a construir la
inmigración europea, en la que veían un remedio para los problemas que
aquejaban a sus naciones.
El devenir del pabellón
La administración de Juárez Celman convoco un
concurso en Paris para la erección del pabellón y de entre 27 concursantes
resulto vencedor Albert Ballu(1849- 1939)arquitecto que reunio colaboradores como los pintores
Besnard,Merson,Carman ,Leroux,Lefebre y Roll y al escultor Barrias
Ballu representaba al eclecticismo que reinaba
en Francia en ese momento,discípulo de Bas,gran premio de Roma,constructor de
la iglesia de Argentuil,San Ambrosio,y la Trinidad de Paris
Para afrontar la construcción del Pabellón se despojo de su
bagaje sensible de artista y adhirió a las corrientes de su tiempo con la
tecnología del acero fundido que inundaba europa desde el palacio de cristal de londres y las usinas
alemanas,el ferrocarril que cruzaba las llanuras y los barcos de vapor , los
reyes de los mares
Los esqueletos de acero y el ascensor permitian los primeros
rascacielos y la máxima figura del movimiento del hierro Gustav Eiffel
construia su torre en medio de la exposición justo encima de donde Ballu ubico
el Pabellón Argentino.La tecnología del acero permitia una construcción rapida
a la vez que su sistema de armado modular aseguraba una recuperación completa
de la inversión al permitir su desarmado y posterior traslado y armado en
Buenos Aires
El mismo Ballu autor tambien del pabellón de Argelia se
refiere a la fiebre por la construcción con acero y vidrio como la verdadera
arquitectura del siglo XIX ya que según el lo anterior venia ya desde el pasado
y la fundición era la resultante de la tecnología de ese siglo”La construcción
del pabellón es relativamente sencilla ,cuenta, la estructura ha sido diseñada
para ser fácilmente desmontable para volver a ser montada en Buenos Aires, en
el exterior las partes se han revestido con azulejos ,mosaicos ,porcelanas iluminados de noche con luz electrica,,la
superficie del monumento es de 1600 ms y la cupula llega a 30 ms de altura, la
superficie del segundo piso es de 1400ms,el gasto ha sido de un millon de
francos para la estructura ,50000 para la iluminación y 150000 parta el
moblaje,10meses de trabajo con los mejores artistas franceses ....el arquitecto
no renunciado a materiales totalmente nuevos como el gres para los basamentos
,ladrillos policromados, vidrios de
diferentes colores que forman verdaderos mosaicos a la luz,dorado para la
estructura exterior en lugar del gris hierro acostumbrado,.porcelanas ,mosaicos,grandes
telas pintadas ,cristal moldeado....”
El 25 de mayo se inauguro la muestra con la prescencia de
Sadi Carnot, presidente de Francia y Carlos Pelegrini,vicepresidente de
Argentina ,quien pronto se haria cargo de la primera magistratura y al inaugurar
el pabellón en Buenos Aires recordaria el episodio “inmortalizado” en un nuevo
vitral
Terminada la exposición
se procedio a desarmar y vender las piezas del pabellón lo que produjo
indignación en la capital argentina , finalmente la cuidad y la nación
compartieron los gastos y el arquitecto Perkins recibio el encargo de desamar y
trasladar las partes del Pabellón para
ser emplazado en los alrededores de Plaza San Martín en los cuarteles del
Retiro,ya durante su viaje en 1891 una de sus piezas fue arrojada al agua en una tormenta,con la
consiguiente perdida de una de las telas mas importantes
El Pabellón fue rearmado en Arenales 651 entre Maipú y
Florida por la cerveceria Bieckert y su explotación incluyo una confiteria ,baile etc,en 1898 se uso por
primera vez como exhibición de arte,en 1900 funciono el museo de productos
argentinos de la union industrial y finalmente en el centenario usado
nuevamente como salon de artes quedo sellado su destino como Museo Nacional de
Artes que en ese momento funcionaba en las Galerias Bon Marche (hoy Pacifico
por el nombre de la empresa de ferrocarriles que la compro)igualmente si bien
se traslado la colección nacional al pabellón la galeria siguió siendo sede
entre otras cosas del Salon Nacional
Las goteras en dias de lluvias ,la consiguiente humedad ,el
insoportable calor del verano y el frio invierno conspiraban contra la
colección de arte ,aun asi el pabellon fue sede del Museo mas de 20 años; en 1931
el intendente Guerrico dispuso la demolición del pabellón para habilitar la
creacion del parque Retiro.En 1933 se desarmo el pabellón y sus piezas
terminaron en un baldio de Austria y
Centenario(av del libertador) habiéndose licitado su venta no hubo oferentes y solo una pintura
se conserva en el Museo Nacional,obra de Leroux”la pintura”otras obras hoy
desaparecidas que son mencionadas por Schiaffino son La astronomia de Carman,La
agricultura de Roll,Fundición de cobre y
Curtiduria de Besnard, La física y La química de Merson, y la Escultura
de Lefebbre
El portico del pabellón era coronado por un grupo
escultórico fundido hoy en las escuelas Raggio de Av libertador y Gral Paz y
los 4 extremos de la construcción estaban rematados por gupor de fundición de
bronce alegóricos de la agricultura y la navegación que hoy se encuentran en
distintos puntos de la capital como mastiles de bandera obras de Louis ernest
Barrias ,escultor parisino ,Gran premio de la academia en Roma,contemporáneo y
rival hasta mejor considerado que Rodin , el “impresionista de la escultura”,a
quien supero en algun concurso.Estos gupos se encuentran en la Avenica Riestra
y Murguiondo de Mataderos, en la Plaza Piedrabuena del barrio homónimo de
Lugano en Piedrabuena y av De la Cruz, en Av Cabildo y San Isidro de Saavedra,
y en Av de los Incas y Zapiola en Belgrano
Los restos del pabellon fueron adquiridos por un ciudadano
español llamado Isidro Solana y rearmado en la calle Andalgala1475 de Mataderos
donde funciono una herreria hasta la muerte de este, otras partes bien podrían
estar enterradas bajo los galpones de Cliba(la empresa de recoleccion de
CABA)en los bosques de Palermo los que eran la Trituradora Casares donde fue
enviado el resto del pabellón de acuerdo a documentos de la Municipalidad
los restos del pabellon vendidos como chatarra?
Los herederos de el señor Solanas propietarios de resto del pabellon que estaba en mataderos han puesto a la venta dicha reliquia y en la actualidad se la puede comprar por internet
Venden por Internet los restos del Pabellón Argentino de 1889
Una familia pide $ 1,5 millones por lo que queda de la monumental estructura de hierro creada para la exposición internacional de París; las columnas y las vigas están en un campo de Merlo.
Hace dos meses, un inusual producto empezó a venderse por Internet: los restos del Pabellón Argentino en la Exposición Universal de París de 1889. La estructura, que formó parte de la feria mundial en la que la Argentina se mostró al mundo junto a la Torre Eiffel a fines del siglo XIX, y que fue declarada Bien Cultural de la Ciudad por la Legislatura porteña en 2009, está compuesta por 16 columnas de 9 metros de alto, ocho cabriadas y doce vigas de entrepiso. Según sus vendedores, representa un tercio del pabellón original. Hoy se puede conseguir, con un clic, a $ 1.500.000 en Mercado Libre.
Sus propietarios, herederos de Isidro Solana, el último dueño, que instaló la estructura en el fondo de su casa en Mataderos, explicaron a LA NACION que decidieron ponerla en venta “para cerrar un ciclo de la historia”. Es que, antes de llegar a sus manos, había pasado por un ajetreado periplo de 125 años.
En 1889, el pabellón se mostró en todo su esplendor en París con sus vitrales, sus cúpulas y lámparas eléctricas que lo mantenían iluminado durante la noche. Después de la exposición, se lo desmontó y se lo trajo a Buenos Aires, donde fue sede de la Exposición Internacional del Centenario de la Revolución de Mayo y, luego, del Museo Nacional de Bellas Artes.
En 1933 se lo remató como chatarra. Cuando, en 1947, Solana compró una propiedad sobre la calle Andalgalá al 1400, en Mataderos, los hierros ya estaban apilados allí. Él los ensambló y les colocó un techo de postes de lapacho y chapas bajo el que funcionaron una fábrica de carruajes y un taller hasta años antes de su muerte, en 1997.
“Desde entonces la intención fue venderlo -explicó una de sus hijas, que pidió no publicar su nombre-, aunque para eso teníamos que estar seguros de su valor. Mi papá siempre pensó que había sido un cuartel de los Granaderos que había funcionado en la plaza San Martín. Pero después de investigar en archivos, bibliotecas y hemerotecas, con mi hermano descubrimos que era parte del Pabellón de París.” Visitaron a un anticuario ya fallecido de apellido Bonamassa, en el barrio de San Telmo, quien estimó el valor de la estructura en 600.000 dólares.
A partir de entonces, se sucedieron ofertas a particulares, entidades públicas y privadas, pero ninguna prosperó. Según contó la hija de Solana, funcionarios del gobierno porteño mostraron su interés por comprar la estructura en 1998, aunque la operación no se concretó. Relató que también se la ofrecieron al Museo Nacional de Bellas Artes, pero no recibieron respuesta, y que incluso le enviaron una carta a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
“Le contamos la historia del pabellón y que visitamos un museo en Trevelin en el que está el diploma ganador al mejor trigo del mundo en 1889, trigo de la Patagonia. La mandamos hace dos o tres años a Balcarce 50, no sé si se la habrán hecho llegar”, recordó.
Los festejos del Bicentenario reactivaron la intención de vender los restos. “Vimos que el gobierno de San Luis había hecho una réplica impresionante del Cabildo y pensamos que tal vez les podría interesar. Les llevamos una carpeta con toda la información, pero no pasó nada más”, relató la hija de Solana. “Después leímos que Francisco de Narváez había comprado una biblioteca de Perón en una subasta millonaria y le escribimos un mail, pero nos respondió muy amablemente que no estaba interesado”, agregó.
En agosto de 2002, los terrenos de la calle Andalgalá al 1400 se vendieron, la estructura se desarmó y hoy hay construidos unos dúplex. Según asegura uno de los nietos de Solana, los hierros se encuentran en un campo en Pontevedra, partido de Merlo, en la provincia de Buenos Aires.
“Elegimos difundir la venta por Internet porque es lo más visto”, explicó el joven, que es usuario activo del sitio Mercado Libre desde hace casi diez años. Hasta el momento, admitió, no recibieron ninguna oferta. “Es un bien con un triple valor: por su antigüedad, su conservación y su material, ya que las columnas llevan un sello de origen de Anzin, Francia”, opinó la hija de Solana.
“Da nostalgia venderlo. Mi papá estaba tan orgulloso y trabajó como loco para armarlo con sus propias manos, pero no sé qué podríamos hacer con él. Sería un sueño que lo volvieran a armar para eventos o exposiciones, o que algún privado lo compre para instalarlo al aire libre. Tal vez algún empresario como Alan Faena, aunque no sabemos cómo llegar a él”, agregó.
UN PERIPLO DE 125 AÑOS
1889
El Pabellón Argentino se armó en París. Luego, en Buenos Aires, fue sede de la exposición por el centenario de la Revolución de Mayo
2014
Tras ser rematada como chatarra en 1933, los restos fueron hallados en una casa de Mataderos. Hoy, permanecen en un campo de Pontevedra, Merlo
Fuente: La Nación
Bibliografía
·
Benedict,
Burton. 1992. The Anthropology of World's Fairs. Berkeley: University of
California Press.
·
Botana, Natalio. 1984. La
tradición republicana: Alberdi, Sarmiento y las ideas políticas de su tiempo.
Buenos Aires: Sudamericana.
·
Buck-Morss,
Susan. 1991. The Dialectics of Seeing: Walter Benjamin and the Arcades
Project. Cambridge, USA y Londres: The MIT Press.
·
Coronil,
Fernando. 1997. The Magical State: Nature, Money, and Modernity in Venezuela.
Chicago y Londres The University of Chicago Press.
·
Mitchell,
Timothy. 1991. Colonising Egypt. Berkeley: University of California
Press.
·
Monod, Émile. 1890. L'Exposition
Universelle de 1889. París: E. Dentu.
·
Murilo de Carvalho, José. 1988.
"Aspectos Históricos do Pré-Modernismo Brasileiro" en, Id. et al, Sobre
o Pré-Modernismo Brasileiro. Río de Janeiro: Fundação Casa de Rui Barbosa,
13-21.
·
----. 1990. A formação das
almas. São Paulo: Companhia Das Letras.
·
----. 1998. Pontos e bordados:
Escritos de história e política. Belo Horizonte: Editora UFMG.
·
Santa-Anna Nery, Federico J., dir.
1889. Le Brésil en 1889. París: Librarie Charles Delgrave.
·
Silverman, Debora L. 1977. "The 1889 Exhibition: The
Crisis of Bourgeois Individualism" en Oppositions: A Journal for Ideas
and Criticism in Architecture (Spring, 1977):71-91.
·
Schwarcz, Lilia Moritz. 1998. As
barbas do imperador: D. Pedro II, um monarca nos trópicos. São Paulo:
Companhia Das Letras.
·
Tenorio-Trillo, Mauricio. 1996. Mexico at the World's
Fairs: Crafting a Modern Nation. Berkeley: University of California Press.
·
Turazzi, Maria Ines. 1995. Poses
e trejeitos: A fotografía e as exposições na era do espetáculo (1839/1889).
Río de Janeiro: Funarte/Rocco.
·
Varela, Luis V. Y Lainez, Bernabé.
1901. El Brasil y la Argentina: Confraternidad Sud-Americana. Buenos
Aires: Peuser.
·
Vitali, Olga. 1987. "1889: La
Argentina en la Exposición Mundial de París" en Todo es Historia
(Buenos Aires), núm. 243:30-37.
·
BIAGINI, Hugo Eduardo: "Como
fue la Generación del ‘80", Bs. As., Ed. Plus Ultra, 1980., pags.
7-98.
·
BILBAO, Manuel: "Buenos
Aires: Desde su fundación hasta nuestros días", Bs. As., 1902.
·
Club del Progreso: 78º
aniversario, Buenos Aires, 1930.
·
CORTEZ CONDE, R.: "La
República Conservadora", Bs. As., Ed. Paidós, Tomo 5, 1977.
·
KORN, Francis: "La gente
distinguida" en ROMERO, José Luis y otro: "Buenos Aires: Historia
de Cuatro Siglos", Bs. As., Ed. Abril, vol. II, 1983. pags. 40-55.
·
MANSILLA, Lucio V.: "La
Gran Aldea", Centro Editor, Buenos Aires, 1967.
·
LUNA, Félix: "La época de
Roca", Bs. As., Ed. Planeta, 1998.
·
NEWTON, Jorge y otra: "La Historia
del Jockey Club de Buenos Aires", Bs. As., Ediciones L.N., 1966.
·
ROMERO, José Luis: "La
ciudad burguesa" en ROMERO, José Luis y otro: "Buenos Aires:
Historia de Cuatro Siglos", Bs. As., Ed. Abril, vol. II, 1983., pags.
7-15.
·
TRONCOSO, Oscar: "Las
formas del ocio"en ROMERO, José Luis y otro: "Buenos Aires:
Historia de Cuatro Siglos", Bs. As., Ed. Abril, vol. II, 1983., pags.
90-106.
No hay comentarios:
Publicar un comentario