sábado, 31 de agosto de 2013

El pabellon de la exposicion de Paris,el centenario



Los pabellones argentinos en exposiciones mundiales




Habiendo encarado este trabajo sobre la creación de  los parques publicos  como reflejo de la ideología de la oligarquia dominante a fine s del siglo XIX en la Argentina me veo en la obligación de incluir en el una de las joyas de esta generación ,que fue el pabellón presentado en la exposición de Paris de 1889.



La Exposición Universal de París de 1889 resulta de particular interés dado que marca, junto a la exposición de Chicago de 1893 y la de París de 1900, un punto culminante en la trayectoria de las ferias mundiales desde su comienzo en Londres en 1851 hasta la Primera Guerra Mundial, tanto por el número de expositores como por la cantidad de público que las visitó. Esta exposición también es única debido a la fuerte inversión realizada por los estados latinoamericanos en sus pabellones. Mauricio Tenorio Trillo (1996) observa que, en los casos de México y Argentina, el monto invertido en cada una de las delegaciones superó el gasto de los Estados Unidos en la suya.
       La Exposición Universal de 1889 fue concebida como una conmemoración del centenario de la Revolución Francesa y un homenaje a los valores republicanos sostenidos por la Tercera República. En un gesto que acompaña la agudización de las pasiones nacionalistas experimentada durante el período, las exposiciones -imaginadas inicialmente como una celebración de valores universales tales como el libre comercio y la innovación industrial- fueron incorporando rasgos donde pueden leerse las rivalidades imperiales que desembocarían en la Primera Guerra Mundial. Las pruebas del progreso histórico que las exposiciones pretendían exhibir se desplazaron de principios económicos como el laissez faire a imágenes que exaltaban la grandeza nacional. Hacia 1900 los gobiernos se hallaban tan involucrados que eran apenas distinguibles de los empresarios que habían dominado el escenario de las primeras exposiciones. Los gobiernos competían entre sí desde sus pabellones nacionales formulando estrategias de propaganda patriótica. El republicanismo francés es un buen ejemplo de esta transición ideológica, ya que se refiere tanto a valores "universales" coherentes con el espíritu histórico de las exposiciones -libertad, justicia, derechos civiles- como a reivindicaciones nacionalistas -la identificación de la república con Francia. La evocación de la Revolución de 1789, aunque se trató de un homenaje muy moderado que excluyó deliberadamente recordar sus aspectos más revulsivos, sin duda contribuyó al débil entusiasmo que la feria despertó entre las casas reales todavía gobernantes en buena parte de Europa.. Como resultado de esta situación, la mayoría de las cortes europeas resolvió boicotear una conmemoración sobre la que no tenían nada que festejar, no enviando delegaciones oficiales de sus países.


Por otra parte, en ese momento el ideal republicano gozaba de un alto prestigio en Hispanoamérica, impulsado por la derrota de las tropas francesas en México y el colapso del Segundo Imperio. En Chile, voces como las de José Victorino Lastarria y Francisco Bilbao asociaban república con americanismo y ampliación de los derechos políticos. En otros casos como los de México y Argentina, la república implicaba una fuerte concentración del poder en las ciudades capitales en detrimento de las provincias, donde a menudo los focos rebeldes fueron aplastados con violencia. Se trataba de un modelo republicano autoritario, que propiciaba una división entre los derechos civiles consagrados a amplios sectores de la población y los derechos políticos, firmemente controlados por una minoría. La república de habitantes y no de ciudadanos sobre la que se lamentó Sarmiento  antes de morir.  La consolidación del poder en manos de la élite liberal favoreció la adopción de un modelo republicano centralista y los principios republicanos celebrados en la Exposición de 1889, a diferencia de la nobleza europea, fueron recibidos con entusiasmo por las clases dirigentes de Hispanoamérica.
La exposición por lo demás, no significaba exclusivamente un homenaje a la República Francesa, sino también a las ideas de progreso, comercio y conocimiento tradicionalmente celebradas en las ferias.

La generación del ‘80
El  proyecto de la generación del ochenta, es quizás el más completo intento de reordenar y modificar desde sus bases la sociedad argentina. La historia no volverá a registrar otra coyuntura en la cual la élite dirigente tenga un tan completo acuerdo sobre lo que deseaba hacer con este territorio. Una generación de ideas liberales, europeístas, seudo-culta, ansiosa por dejar atrás un pasado catalogado por algunos de sus ideólogos como "barbaro" y que sin embargo no puede romper con el antiguo soporte de la economía, que es la tierra. Era un conjunto de hombres que devotamente creía en el progreso, puesto que se partía del supuesto de la evolución a partir del progreso.



El país formulado por la generación ochentista era el legado transmitido por los hombres de 1810 y de 1853. Pero la prosperidad material y espiritual no habría de detenerse, sino que se expandiría hasta bien entrado el siglo XX. La identificación entre progreso y tecnificación fue el leit motiv en la generación que nos atañe.
Algunas de las características de esta generación fueron: levantar las voces contra la corrupción, la desmedida adquisición de bienes materiales, los vericuetos de una política exterior que no parecía beneficiarnos. El surgimiento de esas protestas muestra con claridad que la sociedad ochentista estaba capacitada para hacer frente a alguna situación que pudiere surgir por alguna circunstancia del momento a nivel nacional o internacional.
Este tener que sustentar un proyecto de país, en una forma de producción primaria, sin que la acumulación obtenida se reinvierta en el crecimiento y modificación de la estructura económica existente, o sea un proyecto de desarrollo capitalista autónomo, dará por resultado que a corto plazo el proyecto entre en crisis. Al quedar tan estrechamente ligados los intereses de la elite con los del país y confundirse unos con otros, las conveniencias económicas del grupo se trasladaron a la nación.
Entonces, en que consistía este proyecto?: en lo económico , la inserción de nuestro país en la división internacional del trabajo a partir de la producción de materias primas y alimentos y la importación de la mayor parte de los productos elaborados que se consumían en el mercado interno; en lo social, el tratar de cambiar usos y costumbres nativos a través de la inmigraciónde mano de obra europea; y en lo político la conformación de un Estado moderno a partir de instituciones a imitación de la Europa de fin de siglo con el propósito de ofrecer garantías a los capitales extranjeros que invertían en nuestro país.
Para suplir la falta de población nativa los hombres del ‘80 convocaron a la inmigración extranjera, que serviría como mano de obra para la producción cerealera. También para este entonces se produce la inserción de Argentina en el mercado mundial como proveedora de materias primas.
Por otra parte, Europa tiene necesidad de colocar un excedente de producción y de población. Asimismo, necesita producir alimentos y materias primas.
Eduardo Wilde, uno de los hombres más representativos del ‘80 sostenía: "... Todo se renueva en el mundo, todo lo que vive y hasta lo que no vive ... Los progresos de la humanidad forman una cadena cuyo comienzo está en la creación y cuyo fin, si ha de tenerlo, permanece oculto en el porvenir...". Los centros tradicionales del país experimentaban idéntica prosperidad.
Para asegurar la ansiada meta del progreso, los distintos sectores le atribuían a la educación una relevancia singular. El principal precursor de la tarea educativa que buscaba alfabetizar al inmigrante fue Sarmiento, cuyo principal objetivo de educar al individuo quedó plasmado en la Ley Nº 1420 que proponía una educación laica, gratuita y obligatoria.
También era necesaria la educación de la elite dirigente, que debía pasar por la universidad si quería acceder a alguna posición destacada dentro de la carrera por alcanzar el poder.
La esencia principal de esta generación fue su insistencia en la metodología científica, su confianza en la educación básica y en el mejoramiento histórico, la reivindicación de la técnica y la industria y su aproximación a la libertad jurídica.
Bajo esta síntesis de lineamientos se puede enunciar el famoso proyecto del ‘80. Podemos afirmar que el proyecto desarrollado a partir del ‘80 trajo aparejados enormes cambios en la vida social. Estos cambios no solamente tuvieron que ver con la expansión económica del país, sino que fueron también el resultado de la incorporación de nuevos elementos a la vida productiva y social.
La elite del ‘80 buscó en sus distintas manifestaciones (ocio, vivienda, vestimenta y actividades deportivas) diferenciarse como una clase con " conciencia de sí" en tanto detentadora del podereconómico y político. Fue una clase que tuvo el manejo político y gozó del bienestar económico de modo exclusivo y excluyente. En este sentido pudo disfrutar de una buena posición económica por su enriquecimiento como clase latifundista poseedora de la propiedad de la tierra. Asimismo, ejerció el poder político en tanto y en cuanto no permitía la participación política del resto de la sociedad, situación que se prolonga hasta la sanción de la Ley Saenz Peña (1912).
También tuvo el monopolio cultural y hasta social que conservó avalada por un modelo económico que miraba hacia Europa y que la respaldaba.




El pabellón argentino en Paris 1889

. La delegación argentina, según señala Olga Vitali, resistió cuanto pudo la voluntad oficial de los organizadores por ubicar su delegación en un pabellón colectivo junto a las restantes representaciones latinoamericanas, ubicadas a su vez en un sitio próximo al de las colonias. Estas se encontraban agrupadas en una "ciudad colonial", dividida en cuatro distritos "étnicos": árabe, oceánico, africano y asiático, poblados de coloridas estructuras exóticas como pagodas, mesquitas y minaretes. Evidentemente, quienes diseñaron la Exposición tenían en mente un distrito latinoamericano que duplicara la "ciudad colonial" donde se encontraban los pabellones de las colonias europeas. ¿Qué significaba esta localización en el marco de la enorme clasificación internacional establecida en la exposición? Nada menos que poner en duda el mismo status nacional de los países de América Latina, invitados a participar como naciones independientes, pero clasificados en un orden ambiguo que les negaba soberanía individual y los agrupaba bajo la confusa categoría de "región".
Sin duda otras consideraciones como la peculiar imagen europea que la Argentina forjó de sí misma influyeron en esta posición, y de hecho el pabellón argentino resultaba, en comparación con el mexicano y el brasilero, aquél que poseía rasgos menos evidentes de su origen latinoamericano. Pero más allá de la renuencia a ser identificada con América Latina puede leerse en esta política el anhelo de ser considerada una nación soberana e independiente y no como una colonia. Una actitud semejante fue adoptada por otras delegaciones latinoamericanas, como la protesta por ser confundidos con las colonias



Los pabellones latinoamericanos fueron agrupados junto a un edificio de la administración colonial europea, la compañía de Suez. Esto significa una colocación marginal no sólo en la guía, sino también en la distribución espacial de las delegaciones nacionales, donde las ubicaciones más vistosas y centrales fueron cedidas a las naciones europeas, por su importancia política y económica, o incluso a sus colonias, dada la curiosidad etnográfica que podían despertar en el público, según lo ha estudiado Timothy Mitchell. Su localización física en el Campo de Marte, junto a la Torre Eiffel, empequeñecía los edificios, según se lamentaba el vizconde de Cavalcanti acerca del pabellón brasilero. Las metrópolis coloniales competían entre sí incluso a través de los pabellones coloniales, en los que exhibían retratos del "atraso" -la aldea africana- o evidencias de su misión civilizadora sobre las sociedades coloniales -el pueblo argelino, en el que convivían signos de la cultura árabe con rastros de la arquitectura y cultura francesas. Naciones y colonias funcionaban como los extremos del paradigma evolucionista y jerárquico en el que América Latina no calzaba como una pieza exacta.


Los pabellones nacionales en las exposiciones universales fueron imaginados como museos efímeros donde se exhibían productos característicos de cada nación, y pueden ser leídos como instancias donde la imagen de la nación se materializa en mercancías. Pero las mercancías no funcionaban como objetos inocuos, sino que servían para expresar jerarquías entre las culturas y no sólo magnitudes de valor específico. Cada producto expuesto adquiría las propiedades intangibles que Marx definió como "el fetichismo de la mercancía". Al integrarse al escenario-mercado montado en la feria, nuevos atributos se adherían a los productos, que los convertían en objetos dotados de un valor ideológico establecido en relación con los principios dominantes en las exposiciones. Estos principios privilegiaban la tecnología y el desarrollo industrial como evidencia concreta del progreso histórico de la humanidad. Aquellos países más desarrollados mostraban sus manufacturas industriales e inventos, que resultaban asociados con una bandera y con una nación, como es el caso de los Estados Unidos. De este modo, el fonógrafo de Thomas Alva Edison despertó la admiración del público y un crítico francés definió a los norteamericanos como los enfants prodiges de la feria, por los adelantos técnicos que sus inventos demostraban. La misma Francia exhibía una prueba de su progreso material y tecnológico en la Torre Eiffel, el monumento más característico de la exposición. Otras naciones en cambio, exhibían productos de origen agrícola, como los que dominaron los pabellones de Argentina y Brasil. Carne y cereales en el primero, café y caucho en el segundo caso, se convirtieron en símbolos nacionales. Al quedar firmemente asociadas con ambos países, estas mercancías los definieron como exportadores de materias primas y marcan el ingreso de ambas naciones en el mercado mundial. La entrada de Brasil y Argentina en el circuito del comercio internacional indica el proceso de división universal del trabajo en el que aparecen confinados al rol de exportadoras de productos primarios. Cabe destacar que esa imagen es responsabilidad de las propias élites que eligieron esos productos para simbolizar sus culturas.
Pero lo que es más interesante, las mercancías funcionaron como fetiches de Estado. De acuerdo con la misma lógica del fetichismo, donde la parte reemplaza al todo, estos productos hegemonizaron la representación de las naciones que los exhibían y se volvieron alegorías de sus culturas: la carne argentina y el café brasilero como objetos recortados de sus contextos específicos y como objetos que simbolizaban totalidades abstractas. Pero la relación entre esas mercancías y las naciones que pretendían representar no era transparente. Implicaba, por el contrario, el privilegio de ciertos sectores y ciertas regiones -la oligarquía terrateniente de Buenos Aires, la burguesía agraria cafetalera paulista- que ejercían la hegemonía de la representación nacional y regulaban los dispositivos estatales capaces de producirla.
En el caso de la Argentina, a partir de la forzada pacificación y del fortalecimiento de la república centralista con su polo en Buenos Aires, producidas durante la década de 1880, el Estado adquiere una participación activa en la construcción de fábulas de identidad colectiva, de la cual el pabellón es una muestra. El establecimiento de Buenos Aires como capital federal de la totalidad de la nación permite el fin de las disputas entre el puerto y las provincias, afianzando la centralización y la paz social. Pero también señala el fin del sueño de la república clásica, virtuosa y descentralizada, en pos de un modelo unipolar, que ejercerá la hegemonía de la representación, según podremos comprobar de manera semejante en el pabellón argentino.

En ambos casos la imagen de la nación queda establecida a través de resortes específicos del Estado: las comisiones y organismos formados para diseñar y equipar los pabellones; los museos y reparticiones públicas que colaboraron en la selección de los objetos exhibidos; los prominentes hombres de Estado que intervinieron en la organización de los edificios y en la escritura de las narraciones de la nación.  La organización del pabellón argentino dependía de la Oficina de Información y Propaganda del Ministerio de Relaciones Exteriores, que le adjudicó un rol clave en la promoción del país como destino para la inmigración europea. El pabellón fue inaugurado por Carlos Pellegrini, entonces vicepresidente y luego presidente de la Argentina y la comisión argentina estuvo presidida por Antonio C. Cambaceres -hermano del escritor. Estos datos nos dan una idea del valor que tenían las exposiciones para las clases dirigentes latinoamericanas, que las veían como una ocasión para corregir la imagen de atraso e inestabilidad crónica asociada con sus países. Pero, ¿qué imagen presentar para reemplazar aquella que los perjudicaba? ¿Qué retrato de la nación construir, capaz de atraer las inversiones e inmigrantes -el capital y la fuerza de trabajo necesarios para modernizar sus naciones?
Esa imagen sería edificada casi desde cero por las élites liberales. Precisamente el modelo de representación republicano centralista y autoritario era coherente con el carácter espectacular y teatral de los pabellones. Las exposiciones permiten acceder de este modo, a una visión congelada del Estado, tal como se lo imaginó en América Latina durante las últimas décadas del siglo XIX. A diferencia de la democracia rousseauniana -la república virtuosa que sedujo a los patriotas hispanoamericanos de la Independencia- el modelo republicano representativo ahora privilegiado suponía una distancia entre las masas y el poder político. La mediación estaría a cargo de la élite liberal. Se trataba de "la libertad de los modernos" definida por Benjamin Constant, que suponía, a diferencia de la libertad clásica de las repúblicas antiguas, interponer la representación como condición necesaria de la participación política. La representación siempre implica distancia y la elección de un objeto; debe ser representación "de algo", que en este caso será también una mercancía. Al tomar la parte (el objeto, i.e. el café) por el todo (la nación, i.e. Brasil), quedan desplazadas las relaciones humanas y en su lugar se produce una reificación: la parte usurpa el lugar de la totalidad y es pasible de ser manipulada por quienes deciden (y se benefician) con su control. Si retomamos la idea de la exposición como un espectáculo, podremos comprobar que la representación supone una separación entre un público inmovilizado -como en un teatro- observando los objetos que simbolizan la nación.


La audiencia de las exposiciones estará formada no sólo por el público europeo -la burguesía que asiste masivamente a las ferias- sino también por un público latinoamericano, que a través de los periódicos y las crónicas periodísticas, y de las exposiciones locales que precedieron y alimentaron a las delegaciones para el escenario internacional, recibió las imágenes proyectadas en los pabellones nacionales por los nuevos estados latinoamericanos.
El Estado será entonces la herramienta para la construcción de los imaginarios nacionales. En el Estado buscarán ser disueltos los antagonismos que habían escindido a la nación: las guerras civiles y las fragmentaciones que impedían la formación de un sujeto colectivo nacional. Pero para alcanzar la reconciliación será preciso apelar a otros recursos más allá de la violencia; la hegemonía estatal será construida a través de un programa pedagógico integrado por imágenes, capaz de modelar el sujeto del Estado que la república necesita para su funcionamiento: la ciudadanía. En las colecciones de objetos exhibidos en los pabellones y en las representaciones por ellas articuladas, veremos las fabulaciones de la identidad, las versiones del pasado y la imagen del futuro nacional construidos por la retórica estatal bajo la forma de un espectáculo.




El pabellón argentino fue diseñado como una estructura de hierro desarmable, con el propósito de transportarlo una vez concluida la feria a Buenos Aires, donde sería empleado como museo. En efecto así ocurrió y el edificio se convirtió, una vez en la Argentina, en sede del Museo nacional de bellas artes entre los años 1910 y 1933 
El diseño, obra del arquitecto francés Charles Ballu, poseía una extensión de 1600 metros cuadrados distribuidos en dos pisos. A diferencia de otros pabellones latinoamericanos, el edificio carecía por completo de alusiones a la arquitectura española colonial y tampoco había signos de las culturas prehispánicas, como en el caso del pabellón mexicano, o a las culturas aborígenes americanas.
La hegemonía de la carne y los cereales también hablaba de quién había triunfado en la guerra civil entre la capital y el interior. Los productos agropecuarios que definían la identidad nacional simbolizaban el poder de las llanuras costeras y de las clases terratenientes, que habían conseguido imponer su dominio sobre la administración del Estado.
La debilidad de los signos relativos a América Latina habla de la voluntad por diferenciarse de la región y borrar todo elemento exótico que pudiera desalentar a potenciales inmigrantes: ni los indígenas, ni la rudeza del trabajo rural, ni tampoco los gauchos son materia de representación visual. Por el contrario, predominan imágenes de una paz bucólica bastante diferente a la que había prevalecido en las pampas durante el siglo XIX. Cabe destacar en este sentido, que la delegación argentina se encontraba en una competencia explícita con otros países, pero principalmente con Brasil, por cautivar el interés de la inmigración europea.
El pabellón argentino estaba dominado por una iconografía que contrasta con América Latina e incluso con la herencia cultural hispánica visible en otros pabellones. Del mismo modo que la delegación oficial rechazó ser incluida en un pabellón colectivo con las restantes naciones del continente, el edificio y los objetos incluidos en él expresan la idea de la Argentina como un país europeo en América, desprovisto de marcas culturales locales como referencias a indígenas, que podían desalentar la inmigración potencial.
Sin embargo, precisamente esa debilidad de signos específicos tuvo el efecto de privar al país de señales que lo identificaran claramente en el contexto de la feria. En este caso el dilema se planteaba entre el exotismo o la anomia. Privilegiar una representación que resaltara rasgos locales significaba quedar asociado con aquello que las élites querían borrar de su imagen nacional: barbarie, salvajismo, peligro, inestabilidad. Ese fue el camino elegido por México, al construir el Palacio Azteca que se destacaba en la arquitectura de la feria.
Tanto en el pabellón brasilero como en el argentino, las mercancías funcionaron como actores de un espectáculo en el que se intentaron reflejar nuevas imágenes de la nación. En ninguno de los dos casos estos retratos parecen haber sido exitosos frente a la percepción europea, que siguió considerándolos países exóticos y todavía alejados de los estándares del progreso universal. Sin embargo, en su imagen doméstica las iconografías montadas en la Exposición Universal de 1889 parecen haber construido representaciones perdurables en la memoria colectiva: las de países ricos en materias primas y marcados por ellas, como una cifra de la naturaleza americana nacionalizada, finalmente sometida por los dispositivos estatales que la transformaron en objeto de consumo y también en un espectáculo. Un espectáculo poblado de mercancías pero todavía vacío del sujeto colectivo que los pabellones parecían querer imaginar: aquél que ayudaría a construir la inmigración europea, en la que veían un remedio para los problemas que aquejaban a sus naciones.

El devenir del pabellón





La administración de Juárez Celman convoco un concurso en Paris para la erección del pabellón y de entre 27 concursantes resulto vencedor Albert Ballu(1849- 1939)arquitecto que  reunio colaboradores como los pintores Besnard,Merson,Carman ,Leroux,Lefebre y Roll y al escultor Barrias
Ballu representaba al eclecticismo que reinaba en Francia en ese momento,discípulo de Bas,gran premio de Roma,constructor de la iglesia de Argentuil,San Ambrosio,y la Trinidad de Paris
Para afrontar la  construcción del Pabellón se despojo de su bagaje sensible de artista y adhirió a las corrientes de su tiempo con la tecnología del acero fundido que inundaba europa desde  el palacio de cristal de londres y las usinas alemanas,el ferrocarril que cruzaba las llanuras y los barcos de vapor , los reyes de los mares
Los esqueletos de acero y el ascensor permitian los primeros rascacielos y la máxima figura del movimiento del hierro Gustav Eiffel construia su torre en medio de la exposición justo encima de donde Ballu ubico el Pabellón Argentino.La tecnología del acero permitia una construcción rapida a la vez que su sistema de armado modular aseguraba una recuperación completa de la inversión al permitir su desarmado y posterior traslado y armado en Buenos Aires
El mismo Ballu autor tambien del pabellón de Argelia se refiere a la fiebre por la construcción con acero y vidrio como la verdadera arquitectura del siglo XIX ya que según el lo anterior venia ya desde el pasado y la fundición era la resultante de la tecnología de ese siglo”La construcción del pabellón es relativamente sencilla ,cuenta, la estructura ha sido diseñada para ser fácilmente desmontable para volver a ser montada en Buenos Aires, en el exterior las partes se han revestido con azulejos ,mosaicos ,porcelanas  iluminados de noche con luz electrica,,la superficie del monumento es de 1600 ms y la cupula llega a 30 ms de altura, la superficie del segundo piso es de 1400ms,el gasto ha sido de un millon de francos para la estructura ,50000 para la iluminación y 150000 parta el moblaje,10meses de trabajo con los mejores artistas franceses ....el arquitecto no renunciado a materiales totalmente nuevos como el gres para los basamentos ,ladrillos policromados, vidrios  de diferentes colores que forman verdaderos mosaicos a la luz,dorado para la estructura exterior en lugar del gris hierro acostumbrado,.porcelanas ,mosaicos,grandes telas pintadas ,cristal moldeado....”
El 25 de mayo se inauguro la muestra con la prescencia de Sadi Carnot, presidente de Francia y Carlos Pelegrini,vicepresidente de Argentina ,quien pronto se haria cargo de la primera magistratura y al inaugurar el pabellón en Buenos Aires recordaria el episodio “inmortalizado” en un nuevo vitral
Terminada la exposición  se procedio a desarmar y vender las piezas del pabellón lo que produjo indignación en la capital argentina , finalmente la cuidad y la nación compartieron los gastos y el arquitecto Perkins recibio el encargo de desamar y trasladar  las partes del Pabellón para ser emplazado en los alrededores de Plaza San Martín en los cuarteles del Retiro,ya durante su viaje en 1891 una de sus piezas  fue arrojada al agua en una tormenta,con la consiguiente perdida de una de las telas mas importantes


El Pabellón fue rearmado en Arenales 651 entre Maipú y Florida por la cerveceria Bieckert y su explotación incluyo  una confiteria ,baile etc,en 1898 se uso por primera vez como exhibición de arte,en 1900 funciono el museo de productos argentinos de la union industrial y finalmente en el centenario usado nuevamente como salon de artes quedo sellado su destino como Museo Nacional de Artes que en ese momento funcionaba en las Galerias Bon Marche (hoy Pacifico por el nombre de la empresa de ferrocarriles que la compro)igualmente si bien se traslado la colección nacional al pabellón la galeria siguió siendo sede entre otras cosas del Salon Nacional


Las goteras en dias de lluvias ,la consiguiente humedad ,el insoportable calor del verano y el frio invierno conspiraban contra la colección de arte ,aun asi el pabellon fue sede del Museo mas de 20 años; en 1931 el intendente Guerrico dispuso la demolición del pabellón para habilitar la creacion del parque Retiro.En 1933 se desarmo el pabellón y sus piezas terminaron en un  baldio de Austria y Centenario(av del libertador) habiéndose licitado su venta no hubo oferentes y solo una pintura se conserva en el Museo Nacional,obra de Leroux”la pintura”otras obras hoy desaparecidas que son mencionadas por Schiaffino son La astronomia de Carman,La agricultura de Roll,Fundición de cobre y  Curtiduria de Besnard, La física y La química de Merson, y la Escultura de Lefebbre

El portico del pabellón era coronado por un grupo escultórico fundido hoy en las escuelas Raggio de Av libertador y Gral Paz y los 4 extremos de la construcción estaban rematados por gupor de fundición de bronce alegóricos de la agricultura y la navegación que hoy se encuentran en distintos puntos de la capital como mastiles de bandera obras de Louis ernest Barrias ,escultor parisino ,Gran premio de la academia en Roma,contemporáneo y rival hasta mejor considerado que Rodin , el “impresionista de la escultura”,a quien supero en algun concurso.Estos gupos se encuentran en la Avenica Riestra y Murguiondo de Mataderos, en la Plaza Piedrabuena del barrio homónimo de Lugano en Piedrabuena y av De la Cruz, en Av Cabildo y San Isidro de Saavedra, y en Av de los Incas y Zapiola en Belgrano
Los restos del pabellon fueron adquiridos por un ciudadano español llamado Isidro Solana y rearmado en la calle Andalgala1475 de Mataderos donde funciono una herreria hasta la muerte de este, otras partes bien podrían estar enterradas bajo los galpones de Cliba(la empresa de recoleccion de CABA)en los bosques de Palermo los que eran la Trituradora Casares donde fue enviado el resto del pabellón de acuerdo a documentos de la Municipalidad
















los restos del pabellon vendidos como chatarra?


Los herederos de  el señor Solanas propietarios de resto del pabellon  que estaba en mataderos han puesto a la venta dicha reliquia y en la actualidad se la puede comprar por internet


Venden por Internet los restos del Pabellón Argentino de 1889


El imponente Pabellón Argentino que participó de la Exposición Universal de París en 1889. Foto: Archivo

El imponente Pabellón Argentino que participó de la Exposición Universal de París en 1889. Foto: Archivo
El imponente Pabellón Argentino que participó de la Exposición Universal de París en 1889. Foto: Archivo

Una familia pide $ 1,5 millones por lo que queda de la monumental estructura de hierro creada para la exposición internacional de París; las columnas y las vigas están en un campo de Merlo.

Hace dos meses, un inusual producto empezó a venderse por Internet: los restos del Pabellón Argentino en la Exposición Universal de París de 1889. La estructura, que formó parte de la feria mundial en la que la Argentina se mostró al mundo junto a la Torre Eiffel a fines del siglo XIX, y que fue declarada Bien Cultural de la Ciudad por la Legislatura porteña en 2009, está compuesta por 16 columnas de 9 metros de alto, ocho cabriadas y doce vigas de entrepiso. Según sus vendedores, representa un tercio del pabellón original. Hoy se puede conseguir, con un clic, a $ 1.500.000 en Mercado Libre.
Sus propietarios, herederos de Isidro Solana, el último dueño, que instaló la estructura en el fondo de su casa en Mataderos, explicaron a LA NACION que decidieron ponerla en venta “para cerrar un ciclo de la historia”. Es que, antes de llegar a sus manos, había pasado por un ajetreado periplo de 125 años.
En 1889, el pabellón se mostró en todo su esplendor en París con sus vitrales, sus cúpulas y lámparas eléctricas que lo mantenían iluminado durante la noche. Después de la exposición, se lo desmontó y se lo trajo a Buenos Aires, donde fue sede de la Exposición Internacional del Centenario de la Revolución de Mayo y, luego, del Museo Nacional de Bellas Artes.
En 1933 se lo remató como chatarra. Cuando, en 1947, Solana compró una propiedad sobre la calle Andalgalá al 1400, en Mataderos, los hierros ya estaban apilados allí. Él los ensambló y les colocó un techo de postes de lapacho y chapas bajo el que funcionaron una fábrica de carruajes y un taller hasta años antes de su muerte, en 1997.


Pabellón Argentino en la Exposición Universal de París de 1889.  Foto:  www.arcondebuenosaires.com.ar

En 1894 se demuelen los cuarteles de Retiro y se coloca allí el Pabellón Argentino.  Foto:  www.arcondebuenosaires.com.ar

Frente superior del Pabellón.  Foto:  www.arcondebuenosaires.com.ar

La construcción despertó el interés del público ya que se trataba de un edificio muy moderno.  Foto:  www.arcondebuenosaires.com.ar

El Pabellón, el Plaza Hotel, todo muy desolado.  Foto:  www.arcondebuenosaires.com.ar

Se observa la iglesia Santísimo Sacramento y en el centro del predio el monumento a San Martín.  Foto:  www.arcondebuenosaires.com.ar

La muestra del Bellas Ares en la exposición del Centenario se montó en la Plaza San Martín frente al Hotel Plaza.  Foto:  www.arcondebuenosaires.com.ar

El Pabellón Argentino en la Plaza San Martín.  Foto:  www.arcondebuenosaires.com.ar

Detalle de “La Argentina”, obra de Jean Dominique Hugues colocada al frente de Pabellón.  Foto:  www.arcondebuenosaires.com.ar

En la actualidad el grupo escultórico se encuentra en la Escuela Técnica Raggio.  Foto:  www.arcondebuenosaires.com.ar
Pabellón Argentino en la Exposición Universal de París de 1889.  Foto:  www.arcondebuenosaires.com.ar

“Desde entonces la intención fue venderlo -explicó una de sus hijas, que pidió no publicar su nombre-, aunque para eso teníamos que estar seguros de su valor. Mi papá siempre pensó que había sido un cuartel de los Granaderos que había funcionado en la plaza San Martín. Pero después de investigar en archivos, bibliotecas y hemerotecas, con mi hermano descubrimos que era parte del Pabellón de París.” Visitaron a un anticuario ya fallecido de apellido Bonamassa, en el barrio de San Telmo, quien estimó el valor de la estructura en 600.000 dólares.
A partir de entonces, se sucedieron ofertas a particulares, entidades públicas y privadas, pero ninguna prosperó. Según contó la hija de Solana, funcionarios del gobierno porteño mostraron su interés por comprar la estructura en 1998, aunque la operación no se concretó. Relató que también se la ofrecieron al Museo Nacional de Bellas Artes, pero no recibieron respuesta, y que incluso le enviaron una carta a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
“Le contamos la historia del pabellón y que visitamos un museo en Trevelin en el que está el diploma ganador al mejor trigo del mundo en 1889, trigo de la Patagonia. La mandamos hace dos o tres años a Balcarce 50, no sé si se la habrán hecho llegar”, recordó.
Los festejos del Bicentenario reactivaron la intención de vender los restos. “Vimos que el gobierno de San Luis había hecho una réplica impresionante del Cabildo y pensamos que tal vez les podría interesar. Les llevamos una carpeta con toda la información, pero no pasó nada más”, relató la hija de Solana. “Después leímos que Francisco de Narváez había comprado una biblioteca de Perón en una subasta millonaria y le escribimos un mail, pero nos respondió muy amablemente que no estaba interesado”, agregó.
En agosto de 2002, los terrenos de la calle Andalgalá al 1400 se vendieron, la estructura se desarmó y hoy hay construidos unos dúplex. Según asegura uno de los nietos de Solana, los hierros se encuentran en un campo en Pontevedra, partido de Merlo, en la provincia de Buenos Aires.
“Elegimos difundir la venta por Internet porque es lo más visto”, explicó el joven, que es usuario activo del sitio Mercado Libre desde hace casi diez años. Hasta el momento, admitió, no recibieron ninguna oferta. “Es un bien con un triple valor: por su antigüedad, su conservación y su material, ya que las columnas llevan un sello de origen de Anzin, Francia”, opinó la hija de Solana.
“Da nostalgia venderlo. Mi papá estaba tan orgulloso y trabajó como loco para armarlo con sus propias manos, pero no sé qué podríamos hacer con él. Sería un sueño que lo volvieran a armar para eventos o exposiciones, o que algún privado lo compre para instalarlo al aire libre. Tal vez algún empresario como Alan Faena, aunque no sabemos cómo llegar a él”, agregó.

UN PERIPLO DE 125 AÑOS

1889
El Pabellón Argentino se armó en París. Luego, en Buenos Aires, fue sede de la exposición por el centenario de la Revolución de Mayo
2014
Tras ser rematada como chatarra en 1933, los restos fueron hallados en una casa de Mataderos. Hoy, permanecen en un campo de Pontevedra, Merlo

Fuente: La Nación

Bibliografía
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